martes, 1 de enero de 2008

Roma: un viaje al principio de los principios

Fotos de Leonardo de Albuquerque._ Roma 2007

No estaba en los planes ir a Roma, pero las cosas cuando tienen que ser serán. Recibimos la invitación del profesor y pedagogo Francesco Tonucci de ir al último “Consiglio dei bambini” que se realizaría en esta ciudad Italiana. Animados dijimos que Si!!! Y la aventura comenzó.


Nos montamos en un avión a las 6:30 de la mañana con solo una mochila en nuestros hombros. Después de dos horas de viaje placentero llegamos a Fiumichino, el aeropuerto más loco y desorganizado que he conocido, no es que viaje mucho, pero de los pocos que he pisado, este se lleva la medalla. El idioma no nos ayudaba, pero machucando el ingles intentábamos dar con las oficinas de la aerolínea con la que habíamos viajado. Teníamos que confirmar nuestros pasajes de regreso antes de irnos a recorrer la ciudad.

Aeromozas odiosas, colas horribles en las oficinas de información, malas indicaciones en el aeropuerto… todo estaba en nuestra contra. Después de andar por aquí y por allá, de preguntarle a unos y a otros dimos con la oficina, y la señora nos indicó entre dientes donde era la estación del tren.


¡Por fin una persona amable!... la chica que vendía los boletos del tren hablaba un poco de español. Con una sonrisa en su rostro nos explico en el mapa las rutas que debíamos hacer y los lugares que podíamos visitar. Como teníamos hambre y faltaba un poco para partir, decidimos comernos una pizza. Déjenme decirles que nada que ver con las deliciosas pizzas que venden en Caracas, extraño pero cierto.


Ya montados en el tren comenzamos a ver las afueras de Roma, sus casas, edificios, las estaciones de tren excesivamente grafiteadas... Leonardo comenzó a conversar con un señor que estaba cerca de nosotros, allí descubrimos que él conocía Caracas y nos comentó que le encantaba el trópico. Este compañero de viaje italiano nos recomendó bajarnos en una estación y enlazar con el metro para llegar directamente al Coliseo.


Y así lo hicimos. Cuando llegamos a la estación del metro sentimos que algo estaba mal. Traíamos como referencia las bellas instalaciones del metro de Madrid y algo nos decía que en Roma las cosas no eran así. El anden estaba descuidado, no habían mapas ni indicaciones para los turistas, había mucha gente extraña a nuestro alrededor y paredes grafiteadas seguían siendo el paisaje. El metro se dejo ver al poco tiempo, lucía viejo y maltratado. Y así era, se presentó ante nuestros ojos totalmente rayado, sucio, con mal aspecto, te hacía sentir inseguro…

Pero esa experiencia paso al poco tiempo. Como en un viaje fugaz por el tiempo, al salir de la estación nuestros ojos se encontraron con el majestuoso Coliseo. Allí esta, en lo que hace tiempo había conocido en libros de historia. La música, la gente, los turistas, personas vestidas de época, carruajes, caballos… todo nos erizaba el cuerpo. “Diox estamos en el principio delos principios, en la cuna de la civilización”.



Como era domingo, las calles estaban cerradas y el peatón
tenía privilegio, por eso pudimos caminar con calma, viendo cada cosa, disfrutando cada detalle, cada ruina, remontándonos en la historia, recordando todos los acontecimientos que se dieron cita en este lugar. Fue mágico, muy mágico, recorrer el Coliseo, El Foro Romano, La estación de tren Termini, El Vaticano…

Después de ese recorrido nos fuimos en autobús a la estación Termini, debíamos tomar ese mismo día un tren hacia Assis, una ciudad hermosa, tema para otro artículo. Lo importante del asunto es que Italia tiene poco control sobre los pagos de transporte, mucha gente sube y baja sin pagar ni medio, pues las personas que manejan no controlan eso y los tiques se compran en ciertos lugares de la ciudad. Lo único es que si en algún momento se monta un fiscal y las personas no tienen su pasaje comprado les recargan una multa BIEN sabrosita. Pero nosotros ignorantes, hasta entonces, del asunto viajamos gratis por la ciudad.



Dos días después volvimos a Roma. Tuvimos un bello encuentro con el pedagogo Francesco Tonucci y los niños y niñas participantes del congreso que hacen mensualmente llamado “Consiglio dei bambini” (más información en el blog “Desde mi visión”). Y Fue el mismo profesor quien, amablemente, nos presentó otro lado de la ciudad. Fuimos a comer en un restaurant muy típico de Roma, fuimos en carro al estado más pequeño del mundo, “El Vaticano” y a través de las palabras de este interesante hombre fuimos conociendo muchos más detalles de la ciudad.

Italia es el país que guarda en su territorio la mayor cantidad de obras de arte del mundo, un 70% de todo el arte de nuestro planeta está bien colocada y exhibida en esta tierra. Otro dato interesante es que Roma en los últimos años se ha convertido en un enorme estacionamiento. Si creíamos que Caracas era infernal con el tráfico, no han conocido esta ciudad. Además las motos ya son un símbolo, es normal ver hombres, mujeres rumbo a su trabajo, jóvenes camino a la universidad… a todo mundo montado en su moto conduciendo por toda la ciudad. Otra cosa interesante, es que recorriendo las calles de esta ciudad, llega un momento en que te confundes, pues no sabes si estas en India o en China. Hay una enorme cantidad de inmigrantes que han hecho de esta tierra su casa.

Por último me gustaría comentar como la gente vive atenta a sus pertenencias en esta ciudad. Era común escuchar: “Cuidado con sus cosas, hay muchos carteristas aquí”… Dióx, imagínense, nosotros con nuestras super mochilas teníamos que estar atentos a cualquier movimiento raro.
Me encantó conocer Roma, me encantó recorrer sus calles anárquicas, sus paseos alocados. Me encantó recorrer sus monumentos, esos grandes lugares que atesoran historias, que guardan en silencio nuestra esencia, la esencia del hombre de hace miles de años. Me encantó vivir los contrastes, las diferencias, experimentar la bueno y malo de una ciudad. Me encantó este viaje fugaz a la “Ciudad Eterna”… Algún día volveré.

No hay comentarios: