Pase migración y no tenia internalizado lo que estaba pasando, la única certeza era que me sentía grande porque estaba viajando sola, con mis maletas y mi montón de cosas al hombro. Llegue a la sala de espera, “Sunday Morning” de Maroon5 me acompañaba melodiosamente, mientras comenzaba el embarque.
Todos nos preparábamos para subir al avión cuando algo sorpresivo pasó. A las mujeres nos mandaron hacer una cola diferente por procesos de seguridad y comenzaron, al azar, a revisarnos, preguntar cosas y abrir equipaje de mano. A mi solo me preguntaron un montón de cosa, que si iba sola, que cual era el motivo de mi viaje… y listo. Me subí al avión, por fin estaba dentro. Por el cansancio que tenía me quedé dormida al instante. Cuando desperté pensé que ya llevábamos la mitad del vuelo recorrido, me asomé por la ventana y allí estaba, el paisaje nunca imaginado. ¿Europa?... para nada. Era el aeropuerto Simón Bolívar. Todavía estaba en Caracas, teníamos 2 horas dentro del avión y no teníamos permiso de despegue, que locura. Un Ratico después ya estábamos en el aire. Dormí plácidamente y solo despertaba cuando escuchaba u olía algo que se pareciera a “Comida”.
Tenía 8 horas en el aire cuando anunciaron la llegada. ¡Estaba en Madrid! no podía creerlo. Me baje y ante mis ojos un aeropuerto GIGANTE, GIGANTE. Después de caminar por telas rodantes, por aquí y por allá, tomar un tren supersónico para trasladarme de un lado del aeropuerto a otro... llegue a la sala de entrega de equipaje, tome mi maleta (como 40 minutos después) y estaba lista para salir. Llegando a la puerta ¡PIM! me llaman de Inmigración. La oficial se había enamorado de mi ¡jeje! Pase por un procedimiento de seguridad, abrí mi maleta, vieron todo y preguntaron incoherencias. Luego de eso, por fin estaba a dos pasos de la última puerta de salida.
Los gritos y las sonrisas de Leo y Grecia me indicaron a donde debía dirigirme. Allí, entre abrazos y fotografías, todavía no se sentían los 2 grados de temperatura anunciados.
Tomamos mis maletas y compre mi primer tique del metro. ¡SUPER! 2 euros para viajar bajo la gran ciudad. Justo al poner un pie fuera del aeropuerto y dentro de la estación del metro (que está allí mismo) DIOX!!! ¡EL Frío! Allí estaba, inclemente, entrando por mi abrigo.
Al subir al tren todo cambio. Es lindo, ordenado y calientico. Absorta iba viendo cada estación, detallando, apreciando lo nuevo. Llegamos a la estación 'Nuevos Ministerios', bella y elegante. Nos bajamos y ¡TARAN! Madrid estaba ante mis ojos. Tomamos un autobús para poder ver la majestuosidad desde el vidrio amplio de ese calientico transporte. Calles amplias, avenidas organizadas y con pocos carros, gente caminando feliz de la vida, disfrutando de la ciudad, era lo que podía observar.
Todos nos preparábamos para subir al avión cuando algo sorpresivo pasó. A las mujeres nos mandaron hacer una cola diferente por procesos de seguridad y comenzaron, al azar, a revisarnos, preguntar cosas y abrir equipaje de mano. A mi solo me preguntaron un montón de cosa, que si iba sola, que cual era el motivo de mi viaje… y listo. Me subí al avión, por fin estaba dentro. Por el cansancio que tenía me quedé dormida al instante. Cuando desperté pensé que ya llevábamos la mitad del vuelo recorrido, me asomé por la ventana y allí estaba, el paisaje nunca imaginado. ¿Europa?... para nada. Era el aeropuerto Simón Bolívar. Todavía estaba en Caracas, teníamos 2 horas dentro del avión y no teníamos permiso de despegue, que locura. Un Ratico después ya estábamos en el aire. Dormí plácidamente y solo despertaba cuando escuchaba u olía algo que se pareciera a “Comida”.
Tenía 8 horas en el aire cuando anunciaron la llegada. ¡Estaba en Madrid! no podía creerlo. Me baje y ante mis ojos un aeropuerto GIGANTE, GIGANTE. Después de caminar por telas rodantes, por aquí y por allá, tomar un tren supersónico para trasladarme de un lado del aeropuerto a otro... llegue a la sala de entrega de equipaje, tome mi maleta (como 40 minutos después) y estaba lista para salir. Llegando a la puerta ¡PIM! me llaman de Inmigración. La oficial se había enamorado de mi ¡jeje! Pase por un procedimiento de seguridad, abrí mi maleta, vieron todo y preguntaron incoherencias. Luego de eso, por fin estaba a dos pasos de la última puerta de salida.
Los gritos y las sonrisas de Leo y Grecia me indicaron a donde debía dirigirme. Allí, entre abrazos y fotografías, todavía no se sentían los 2 grados de temperatura anunciados.
Tomamos mis maletas y compre mi primer tique del metro. ¡SUPER! 2 euros para viajar bajo la gran ciudad. Justo al poner un pie fuera del aeropuerto y dentro de la estación del metro (que está allí mismo) DIOX!!! ¡EL Frío! Allí estaba, inclemente, entrando por mi abrigo.
Al subir al tren todo cambio. Es lindo, ordenado y calientico. Absorta iba viendo cada estación, detallando, apreciando lo nuevo. Llegamos a la estación 'Nuevos Ministerios', bella y elegante. Nos bajamos y ¡TARAN! Madrid estaba ante mis ojos. Tomamos un autobús para poder ver la majestuosidad desde el vidrio amplio de ese calientico transporte. Calles amplias, avenidas organizadas y con pocos carros, gente caminando feliz de la vida, disfrutando de la ciudad, era lo que podía observar.
El lugar donde estoy alojada es un apartamento bello, chiquito, caliente y muy bien ubicado. Pero luego les contaré más sobre mi casa por estos 33 días. Mientras tanto paseemos y disfrutemos de los 3 grados de temperatura que hacen fuera. Nuestra parada de hoy, “El Retiro”, un parque hermoso, inmenso, lleno de gente de todas las edades súper abrigados, arboles despidiendo el otoño y dándole la bienvenida al invierno, personas montadas en barquitos recorriendo la laguna y músicos recordándote que estás en navidad.
Recorrí gran parte del parque y al caer la noche, nuestros ojos divisaron 'La Puerta de Alcalá' un monumento inmenso, imponente, que define a una Redoma. Como estaba adornada de navidad nos tomamos muchas fotos y me presentaron las calles que desde allí podíamos observar. Pero el frío aumento, así que pasamos la calle y entramos a un lugar interesante y caliente. Era la casa del chocolate, donde por supuesto el CACAO Venezolano era la materia prima. Tomamos un chocolatico caliente, comimos unos panes sabrosos, calentamos nuestras manos y continuamos pateando la calle.
Caminamos por muchos lugares cercanos y bellos, hice mercado, vi productos extraños, típicos de aquí… y ahora en casa, apunto de comer una sopa sabrosa preparada por Leo les escribo, para con estas palabras contarles sobre lo que he hecho en este primer día y para agradecerles por esta experiencia. Se que mi venida a estas tierras es un gran esfuerzo para ustedes en todos los niveles, sobre todo el económico, así que visitare todos los lugares que pueda, tomare muchas fotos, conoceré gente, sentiré la experiencia al máximo para luego compartirla con ustedes... Mientras tanto solo puedo decir ¡MUCHAS GRACIAS!